martes, 19 de mayo de 2009

Los músicos siguen tocando


A finales de los años 20, la proyección de las películas mudas estaba acompañada por música en vivo. Los pueblos pequeños contaban con un piano en las proyecciones y las grandes ciudades tenían su órgano, o incluso una orquesta completa, capaz de ejecutar hasta algunos efectos sonoros. Miles de músicos se dedicaban a interpretar una partitura varias veces al día en las salas comerciales de Estados Unidos.

En 1926, El Cantante de Jazz inauguró una nueva tecnología por la cual podíamos disfrutar de la película con sonido pregrabado, sin necesidad de contar con músicos en directo. El gremio de los músicos puso el grito en el cielo, vio amenazada su profesión y fue a la huelga. Muchos actores no se adaptaron al cambio pues no sabían hablar ante la cámara. Los estudios no encontraban cómo adaptarse al nuevo sistema de producción. Los directores denunciaron una desnaturalización y retroceso en el modelo narrativo. El cine se puso patas arriba. Los músicos y los actores se veían en la calle.

Al cabo de dos años, el avance tecnológico se impuso. Los productores podían hacer un producto más rentable. Los espectadores disfrutaban de nuevas posibilidades. Los actores pudieron expresar mucho más con su voz. Los músicos siguieron tocando, sólo que delante de un micrófono y no desde un foso.

En 2009, el periodismo está pasando del átomo al bit. Y por muchos cambios que se operen, seguiremos necesitando profesionales que nos acerquen lo que sucede de una forma profesional y cualificada.

El cine siguió existiendo. Distinto, pero mejor. El periodismo, también seguirá existiendo.

2 comentarios:

José Antonio Muñiz dijo...

No sólo los músicos siguieron trabajando, también los actores que aceptaron la realidad del progreso.
Norma no pudo, ni supo ni quiso.
Muchas Norma hubo en el siglo XX, dejemos al XXI libre de ellas.

http://www.youtube.com/watch?v=yTDPwZiWjmE

Paushada dijo...

Si alguien no está por la labor de subirse al carro, se quedará esperando en la cuneta y tengo la impresión de que nadie se acercará a socorrerle.