miércoles, 17 de septiembre de 2008

Vergüenza ajena


En muchas ocasiones me avergüenzo de pertenecer a esta especie. Aunque lo he intentado me es imposible siquiera aproximarme a las posturas de aquellas personas que disfrutan torturando a los animales. Cuando escucho los argumentos que dan he llegado a la conclusión de que transitamos por caminos paralelos y que el punto de encuentro es completamente imposible.
Que alguien sienta placer maltratando o viendo como maltratan, por citar un ejemplo, a un toro como en el caso del Toro de la Vega me parece deleznable. Los manidos argumentos de las tradiciones, la España cañí y el folclore son tan válidos como decir que habría que seguir apostando porque la mujer se quedara con la pata quebrada y en casa por aquello de que es lo que ha hecho durante siglos.
No hay excusa ni argumento posible que justifique que el sufrimiento de un animal proporcione satisfacción a una persona. Es más, me resulta difícil creer que esa persona no disfrutará también con el sufrimiento de otra, ya que, si al parecer lo que le provoca placer es contemplar a un ser acorralado, aterrorizado y sufriendo a causa de las lesiones que se le ocasionan, ¿porqué no a otra de su especie?
Resulta paradójico que en España, merced a la reciente modificación del artículo 337 del Código Penal, alguien pueda entrar en prisión por maltratar a un animal doméstico, medida que aplaudo, y que sin embargo se permita esta barbarie hacia otros muchos animales en diferentes poblaciones españolas. ¿Para cuándo algo de coherencia?

1 comentario:

Su dijo...

Si es que los animales somos nosotros...
Un abrazo.
Os he conocido por el naúfrago y os animo en esta iniciativa tan estupenda