En una guerra en la que hubo víctimas de los dos lados, donde buenos y malos habitaban en todas partes, lo único que quieren los familiares de los desaparecidos es que les den los huesos de los suyos y que los saquen de las fosas comunes para poder construir una lápida para cada nombre.
lunes, 15 de septiembre de 2008
Una lápida para cada nombre
Las heridas tardan un tiempo en cicatrizarse, pero si pasa mucho puede ser síntoma de otro problema escondido. Para numerosos historiadores extranjeros en España estamos tardando demasiado en abrir investigaciones sobre las víctimas de la Guerra Civil y las represalias posteriores. El País publicó este domingo 14 un reportaje muy interesante de Luis Gómez y Natalia Junquera: Juicio a la barbarie. En él se señala como la ley de amnistía ofreció una rápida solución para las instituciones públicas en nuestro país que, durante más de 25 años, no se molestaron en promover ninguna investigación general sobre los hechos. Han sido en su mayoría los ciudadanos quienes, mediante asociaciones, han reclamado su derecho a saber dónde están sus muertos. Aunque parezca mentira lo único que tenemos en este país, a estas alturas, es un número de fosas comunes sin determinar, un censo de desaparecidos no verificado y un enorme miedo acumulado de los mayores a hablar. Para muchos abuelos no es fácil contar, todavía les duele demasiado. Otros, en cambio, agradecen que les preguntes, les brillan los ojos y te dejan con la boca abierta con sus historias. En La Palma, tuve la suerte de encontrarme a uno de esos hombres a quienes los vaivenes de la vida ya le quitaron el miedo. Me llevó a un lugar, a una pequeña ladera y me señaló un punto. "Allí fusilaron a tres, eran padres de familia y uno de ellos suplicó al de la Falange que no lo hiciera, que él no se metía en política, que sólo trabajaba para sus hijos". Pero el verdugo hizo caso omiso y enterraron los cadáveres en aquel rincón. Dos décadas más tarde, se encontraba el hombre que empuñó el arma paseando por esos lares. Al bordear la ladera se resbaló y cayó justo en una piedra que señalaba la tumba de aquellos tres hombres. Falleció en el acto.
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1 comentario:
Hay verdades que son más cómodas si nadie habla de ellas o si,directamente, se entierran en el pasado y, esto, es lo que lleva pasando mucho tiempo, demasiado. Pero aunque much@s quieran esconder la verdad, esta seguirá viva mientras otr@s griten y luchen por aquellos que desgraciadamente ya no pueden. Yo no sé, afortunadamente, lo que es vivir con miedo, miedo a pensar, a decir, a leer...en definitiva, a vivir. Pero por este motivo no puedo, ni debo, olvidar a los que si fueron obligad@s a vivir con miedo. Muchos somos niet@s, sobrin@s e incluso hij@s de aquellos que un día cualquiera, de un año cualquiera, de una guerra cualquiera, fuerom silenciados brutalmente. Muchos tirados y olvidados en una fosa común o cuneta, otros (aún más triste), silenciados en vida. Si se reconoce las muertes de terrorismo, si se reconoce las víctimas de genocidios...por qué negar esta verad??, por qué negar el derecho a saber??. Termino con una reflexión que no es mía, pero que sí comparto, la memoria de los hombres me recuerda a menudo a la de los peces, que en apenas unos segundos olvidan lo vivido, hombres y mujeres abocados a repetir, una y otra vez, los mismos errores (I. Serrano). No podemos cambiar el pasado pero si somos responsables de nuestro presente y futuro. Porque, al pensar en nuestra muerte, no esperamos todos que recuerden nuestro nombre???, qué sepan por lo que vivimos y también por lo qué morimos???que nuestra existencia, por efímera que haya sido no caiga en el olvido.
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