Pues sí, reconozco que es uno de esos deseos que una mantiene desde la niñez y que no expresa por pudor cuando crece. Yo desde siempre quise tener la facultad de ser invisible, a ratos claro. Imaginaba siendo pequeña que podría escuchar las conversaciones que mis padres tenían cuando no estábamos presentes o, mejor aún, ver la tele a esas horas intempestivas que comenzaban a las nueve de la noche, momento en el que la programación tenía casi siempre dos rombos.
Pero es que de mayor el deseo continuó latente y se hizo más intenso. ¿Cómo no voy a desear ser invisible y poder escuchar conversaciones ajenas, presenciar actos impuros, estar sin estar en momentos destacados a los que asisten nada más que unos pocos privilegiados? Por eso, cuando leí que el catedrático de Teoría Física de Estado Sólido John Pendry puede estar cerca de conseguirlo me dije, voy a ofrecerme voluntaria, seré conejillo de indias con tal de conseguir la invisibilidad que me permita ratificarme en que la mayor parte de la humanidad es bastante parecida a lo que pienso que es.
domingo, 17 de mayo de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
No sé hasta qué punto puede ser positivo escuchar las conversaciones de los demás, ¿Y si escuchas algo que no te gusta? ¿Y si te enteras de algo horrible que no puedes cambiar? Es más, ¿Te gustaría a ti que te pudieran escuchar sin que tú lo supieras? A mi me gusta mucho mi intimidad, no me gustaría que alguien escuchara o viera nada que yo no quisiera.
Publicar un comentario