viernes, 27 de marzo de 2009

Apocalipsis


De pronto los teléfonos dejaron de funcionar. Y algunos medios de transporte. Y varias radios. Y la televisión. Y los semáforos. El cielo se oscureció y una fuerte lluvia empapó a los desprevenidos transeúntes. Sin luz ni teléfono, la gente se miraba a la cara con cierto deje de preocupación. Apenas sabían en qué entretener el tiempo, en espera del retorno de la normalidad. Y estaba esa inquietud que no entendían por qué les invadía el cuerpo y que no es más que el fruto de la dependencia. Fue un apagón, puede que provocado por un rayo, que dejó a la isla de Tenerife sin la tan necesaria luz. El problema es que necesitamos tanto la electricidad para sostener nuestro sistema económico y forma de vivir que su falta nos parece una suerte de Apocalipsis.

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