sábado, 14 de febrero de 2009

Un San Valentín especial


Sara es una mujer de treinta y tantos, con dos niños pequeños y un historial de 10 años de matrimonio. Hace ya tiempo que no celebran San Valentín, de mutuo acuerdo, por aquello de no caer en la furia consumista. Pero también hace siglos que él no le regala una caricia ni un piropo. Cada año, el 14 de febrero es un sufrimiento para Sara, más preocupada por la falta de cariño que por no celebrar este día, que ni le va ni le viene. Pero esta vez ha sido diferente. Esta mañana se levantó y decidió no esperar por caricias ni halagos de nadie. Se plantó delante del espejo y tomó la firme decisión de regalarse tiempo. Arregló a los niños y salió a la calle, los dejó en un parque infantil por unas horas y se dedicó a pasear sola, hacia ninguna parte. Se sentó en una cafetería, leyó el periódico y luego permaneció un rato sentada, saboreando su café con leche y observando, por primera vez, cómo era el mundo que la rutina no le dejaba ver. Recogió a los niños, compró unas pizzas-nada de cocinar hoy-, soportó la mirada esquiva y atravesada de su marido, extrañado por el cambio de costumbres, acostó a los niños y al marido y se tumbó en el sofá, con una mantita y una película clásica de esas que siempre le gustaron. Por la tarde, alentó a los críos para que le pidieran a su padre una tarde de parque y, ya sola, se preparó un baño de agua muy caliente y sales relajantes con música de fondo. Ya de noche, tras una cena también pre-cocinada, se acostó temprano, el marido en el salón viendo la tele cerveza en mano, con la sensación de haber pasado el mejor día de su vida, un San Valentín especial en el que hizo lo que debía desde hace mucho tiempo: decirse a sí misma un te quiero.

1 comentario:

Iara dijo...

Saras hay muchas, por desgracia. Lo que yo me plantearía es que si esa situación se repite no sólo los 14 de febrero sino todos los días del año, Sara o Saras deberían quererse más aún y poner fin a la mediocridad. Por ella o por ellas.