jueves, 28 de mayo de 2009

Comunicación al poder


Tengo mucha prisa. Busco un taxi sin apenas conciencia de la comprometida decisión que acabo de adoptar. Atisbo con suerte la reglamentaria parada: cruce de miradas furtivas entre los conductores. Tras un pequeño intercambio de pareceres entre ellos acerca de quién ha de llevar al pasaje, o sea, a mí, consigo entrar en uno de los coches. Buenos días, me lleva por favor a... Pero leo el primer cartel, una pegatina sobre el cristal: “No golpear la puerta al cerrar”. Considero la advertencia y pienso que quizá sea un poco tarde...El taxista murmura algo. No sé si entenderlo como un saludo o como reprimenda por mi apabullante entrada. Me acomodo en el asiento y consigo recomponerme . Leo el segundo cartel: “No se admiten billetes de más de 10 euros”. Se me encoge un poco el estómago y me apresuro a buscar la cartera en mi enmarañado bolso. Uf..suspiro, tengo cambio. Prueba superada. Continúa el recorrido y leo un nuevo imperativo. “No fumar”. Perfecto, razonable, no tengo de qué preocuparme en este sentido. Intento concentrarme en algo, ignorando los decibelios de los ritmos latinos que suenan en la radio del vehículo. Me doy una tregua y observo el paisaje. Pero leo una nueva orden que me había pasado inadvertida: “No comer”. No comer en el vehículo...me aclaro yo, absurdamente, a mí misma. De acuerdo...pero mi mirada se cruza de nuevo con otro cartel: “No se deje objetos personales en el vehículo”. Habrá querido decir que el taxista no se hace responsable de ellos... En fin, sujeto bien el bolso. Suspiro, hemos llegado. Le pago con monedas y me despido cordialmente. Vuelve a farfullar algo. Me bajo del taxi y pienso: Viva la era de la comunicación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es cierto cada vez, la comunicacion entre las personas, se ve reducida se ponen carteles, los mensajes reducidos del movil, quien chatea, que incluso parecen escrfibir en otro idioma.