sábado, 4 de abril de 2009

Toro Bravo


Clint Eastwood vuleve a demostrar que es un auténtico maestro en eso de dirigir cine. Que domina el tempo, el ritmo y el montaje como muy pocos. Que para crear y mantener nuestra atención, provocar la risa o el llanto... no hace falta marearnos con continuos cambios de plano, alambicados movimientos de cámara y música atronadora. Basta una cámara colocada siempre en el lugar adecuado, moviéndose lo justo y necesario, para contarnos una buena historia. Porque siempre se ha tratado de eso, de contar una buena historia, y de contarla bien. Muchos directores intentan compensar su falta de talento para contar historias con su talento para crear un estilo visual poderoso y propio. Para muchos cineastas la forma está por encima del fondo. Y aunque es esa una postura respetable, es insuficiente para los que, como yo, disfrutamos dejándonos embaucar por los grandes narradores de historias.

Gran Torino habla, en su más inmediata superficie, del racismo. Del choque entre culturas. De una mentalidad anclada en el pasado que se resiste a cambiar. Gran Torino habla de pecados, redención y perdón. Gran Torino habla de la familia. De familias perdidas y familias encontradas. Gran Torino habla de la vejez. De las cosas que se pierden y las cosas que se ganan con el paso de los años. Y Gran Torino también habla de la forma y el fondo. De la importancia de juzgar a las personas por su fondo y no por su forma. De la importancia de ver siempre más allá de la superficie. De la necesidad de deshacernos del concepto de lo “políticamente correcto” para tratar con más naturalidad los problemas de una sociedad cada vez más multicultural.

Foto: © 2008 Warner Bros

1 comentario:

Eva y punto dijo...

Es una gran película, dicen que Eastwood se retira como actor, lo siento por él que ya es mayor, pero espero que no se jubile...
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto del cine y que no me pesaba pagar la entrada...