martes, 2 de diciembre de 2008

El poder de un luxemburgués

Leo en El País una noticia que me deja, por producirse en pleno siglo XXI y en la Europa democrática, boquiabierta.
Resulta que el Gran Duque de Luxemburgo, al que supongo no habrán elegido los luxemburgueses, muy demócratas ellos como los españoles, se ha negado a ratificar una norma, aprobada por el Parlamento del citado país, que pretendía legalizar la eutanasia.
¿Es posible que un señor alegue los motivos que sean (en este caso de conciencia) para imponer su criterio por encima del de los representantes del pueblo soberano a estas alturas? A ver si va a resultar que las monarquías, o los grandes ducados, que vienen a ser lo mismo, tienen poco de parlamentarias y mucho de imposición, de se hace porque yo lo digo porque para eso soy el gran duque.
Sería hipócrita que luego nos rasgáramos las vestiduras cuando encontremos en algún medio de comunicación que el rey de algún recóndito país africano o asiático, (y algunos ejemplos cercanos tenemos) hace lo que le da la gana apelando a su condición de ser superior, porque, ¿no es lo mismo lo que ha hecho este individuo en pleno centro de Europa?
Sin entrar ya en la sinrazón que entiendo es la monarquía, o el simple hecho de que un ser humano tenga una serie de privilegios simplemente por nacer en una familia o tener un apellido, ahora resulta que, en vez de secundar las decisiones de los ciudadanos luxemburgueses en este caso, este privilegiado se permite el lujo de vetar esas decisiones.
En fin, como dice un amigo: salud y república.

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