viernes, 26 de septiembre de 2008

Pero ¿quién es el monstruo?


Todavía hay lugares en el planeta donde las malformaciones físicas son tratadas como atracciones de circo. Algo que en el primer mundo fue también común en siglos pasados, lo que refleja el clásico de David Lynch, El hombre elefante (1980). En un ambiente sórdido, con un blanco y negro donde brillan de forma especial las lágrimas, la película cuenta la historia de John Merrick (en realidad se llamaba Joseph), un hombre con graves malformaciones en su cuerpo que le obligaban, por ejemplo, a dormir sentado. Llamado El hombre elefante fue sometido a vejaciones y burlas por hombres y mujeres aparentemente normales. Este personaje, interpretado por un irreconocible John Hurt, es rescatado de la vida circense por el médico Frederick Treves, interpretado por Anthony Hopkinks, quien lo alojó en el London Hospital. Es precisamente este personaje quien, ante las burlas de un empleado del centro sanitario hacia Merrick, le grita que ellos son los monstruos. Son los demás, los que se ríen de su desgracia y no son capaces de ver más allá de las malformaciones que lo atormentan.

Con una narración clásica, David Lynch consiguió crear una atmósfera victoriana que dejó en evidencia a una sociedad que, en ese aspecto, tiene características comunes a la nuestra, tan dispuesta a reírse del diferente y a aislar al enfermo. El Hombre Elefante, que en ocasiones se asemeja a un clásico de terror, recibió 8 nominaciones a los Oscar, aunque no obtuvo ninguno. Su mayor éxito es, sin duda, su inclusión en la mayoría de las listas de mejores películas de todos los tiempos. Una película necesaria y una historia que nunca debería olvidarse.

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